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Post by Dis Uzbadnatha on Jun 7, 2015 20:41:37 GMT
Lo primero, disculparme por la tardanza (esta vez si) al publicar este capitulo. Pero es lo que tiene el tener que convinar vida privada y laboral. Eso sin contar que, si ha sido un capitulo realmente dificil. Se que es largo y puede parecer tedioso y, entiendo que a muchos les aburra, pero todos tenemos que tener algun capitulo de transicion, y ahora toca. No todo va a ser, peleas y persecuciones. Aun asi espero que les guste y no decepcione demasiado. Respecto a la musica, (gracias Erinia por tu recomendacion) aqui esta el link: www.youtube.com/watch?v=nyJPN1-RrE0 (Twelve Titans Music - Valhalla (Extended Version) Ponerla cuando veais este simbolo # Si, esta dos veces, no es un error. Gracias por leer y espero que lo disfruteis. Gracias tambien a Angela y Elein por su ayuda y colaboración. Cap. 6
Conclusiones
En la habitación tenuemente iluminada por algunas velas en una mesilla cercana, Fili dormitaba sentado en un sillón. Una manta colocada de forma descuidada sobre sus hombros, la cabeza apoyada en una mano, sobre su pierna doblada, un libro abierto boca abajo, marcando el punto donde había dejado la lectura, la pierna derecha, estirada y apoyada en el borde de la gran cama donde descansaba su hermano. Desde que habían regresado a Erebor, Fili no había salido de aquella habitación salvo lo justo y necesario, atendiendo él mismo a su hermano, aunque tampoco había mucho que atender. Asegurarse de que no se movía mucho, que no le subía la fiebre, mantenerlo hidratado, limpiar heridas y cambiar vendajes, nada más, pues Kili llevaba durmiendo días. Nada extraño dado su estado cuando lo sacaron de las cuevas.
Su espalda seguía siendo lo peor, por supuesto, pero además de eso y del hombro dislocado, la herida del mismo había vuelto a abrirse e infectarse. Oin decía que era como si alguien se hubiera dedicado a hurgar en ella. Los brazos, muñecas y tobillos con profundos cortes allí donde las cuerdas y cadenas se le habían clavado. Los dedos desollados, faltándole un par de uñas también, como si hubiera estado trepando o cavando. Un par de costillas rotas que, por fortuna no se habían clavado en el pulmón. El torso y las piernas llenos de arañazos y moratones de haber sido arrastrado y de las palizas. La nariz y un pómulo rotos, los labios partidos en varios puntos, igual que las cejas, la cara tan hinchada y amoratada que apenas se le veían los ojos y/o reconocer en él, al enano que todos conocían. Era un milagro que no hubiera perdido ningún diente… Y una vértebra rota.
Ese había sido el informe que Oin había dado después de examinarle y tratarle tanto las heridas como la fiebre. Aun así, era cuestión de tiempo, que el chico quisiera salir de esta y despertar. De momento, lo mejor que podía hacer, era dormir y dejar que el cuerpo se curara a si mismo.
Fili se incorporó totalmente despierto, sentándose en la cama y retirando el pelo de la frente de Kili al oír que empezaba a removerse inquieto en sueños.
- Shh… tranquilo hermano. Estas en casa, a salvo.- Acarició su frente tarareando en voz baja una canción hasta que volvió a sentir su respiración acompasada y regular.
Cuando estuvo seguro de que dormía profundamente, retiro un poco las mantas y se aseguró de que el arnés que mantenía a Kili completamente inmovilizado no se había soltado. Después, volvió a sentarse en su butaca al lado de la cama sin apartar la vista. No había parte de su cuerpo que no estuviera vendada, cortada y/o amoratada La puerta se abrió y el joven enano supo sin mirar quien había entrado.
- ¿Cómo está?- Oin dejo una bandeja de comida en una mesa cercana y se acercó a la cama destapando con cuidado a su paciente.
- Bien… Como siempre… Creo.- Era difícil saberlo cuando Kili solo dormía. Miro la bandeja frunciendo el ceño.- ¿Ya es la hora de comer?
- De cenar.- Respondió mientras examinaba la espalda de Kili, asegurándose de que ningún punto se había abierto.- ¿Se ha movido mucho?
- Un par de veces, pero le he calmado rápidamente.
Con frecuencia, Kili parecía tener pesadillas, como si una parte de él aun siguiera luchando contra los orcos y solo se calmaba cuando escuchaba las voces de Dwalin, Balin, Oin o Fili, daba igual quien estuviera presente. Oin asintió mientras pasaba a examinar el arnés que habían fabricado para Kili. Dos tablas de forma semicircular, forradas en tela y colocadas a los costados desde la axila hasta la rodilla, sujetas entre sí por gruesas vendas a la altura de los omoplatos, cadera y muslos, de forma que no pudiera moverse apenas.
- Muy bien. Vamos a girarlo.
Fili se acercó a la cama y, con sumo cuidado, colocaron a Kili boca arriba. Oin continúo su examen, comenzando por la cara.
- Deberías ir a cenar con los demás. Salir un poco de aquí. Tienes tan mala cara como tu hermano.- Pasó a examinar el hombro herido.- Yo me quedo con el chico.
Fili sonrió sin ganas ante la mención de su mala cara.
- Estoy bien. Gracias Oin, pero me quedare.
En ese momento, el herido se quejó y el viejo enano solo tuvo que murmurar unas palabras para que se calmara antes de que Fili pudiera decir o hacer nada. La habitación permaneció en un tenso silencio mientras Oin continuaba con su examen, hasta que finalmente, tapo al joven y se acercó al rubio.
- Bueno, todo va como debería…- Suspiro.- Mira, llevas días aquí encerrado, todos lo entendemos. Pero no es bueno. Cena con los demás, despéjate un poco y luego regresa y duerme en tu cama. Tu hermano no va a moverse, ni yo tampoco.- Apoyo una mano en el hombro del joven, que sonrió y negó.
- De veras te lo agradezco, pero ya que has traído la bandeja, cenare aquí. Mañana bajare a desayunar con los demás.
Ambos sabían que aquello no era más que una mera excusa. Finalmente Oin se encogió de hombros asintiendo.
- Está bien. Pero así no ayudas a tu hermano.- Salió de la habitación murmurando un “tan testarudo como Thorin”
De nuevo a solas, Fili se frotó la cara con las manos dejando escapar un cansado suspiro. Sabía que Oin tenía razón, que necesitaba despejarse, pero no podía, simplemente no podía separarse de su hermano. Si, Mahal no lo quisiera, Kili empeoraba de repente o le pasaba algo estando el ausente, no se lo perdonaría en la vida. Ya no se perdonaba el no haberse dado cuenta de las intenciones de su hermano cuando se marchó. Resoplo frustrado y se acercó a la bandeja destapando el plato, miro la carne asada haciendo una mueca. No tenía hambre. Cogió un trozo y se lo llevo a la boca masticando de forma distraída, mirando a su hermano otra vez. El asado estaba bueno, podía reconocer la mano de Bombur, como cocinero, era excelente, o tal vez era que, después de meses de comer sus guisos durante el viaje, se había acostumbrado, pero claro, nada comparado como con los guisos de su… Se detuvo con un trozo de carne a medio camino de la boca. Por Durin ¿Cómo había podido olvidarse de su madre? ¿Cómo iba a poder explicarle lo ocurrido con Kili si no se recuperaba? ¿Cómo decirle que Kili…? Negó. No, eso no iba a pasar. Kili era joven y fuerte. Sus lesiones curarían y volvería a caminar. Se acercó a la cama sin apartar la vista de su hermano. La hinchazón de la cara había bajado bastante, pero los moratones y cortes seguían ahí, aunque Oin era optimista y decía que en poco tiempo desparecerían todos y volvería a ser el de siempre y él esperaba sinceramente que fuera así.
- Maldita sea, Kili. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te marchaste así?
Preguntó sin esperar respuesta de ningún tipo. Repasó mentalmente una vez más todos los días anteriores, pero siguió sin ver ninguna señal de aviso o alarma, salvo el hecho de que había estado taciturno y callado, nada más. Resopló de nuevo, más frustrado que antes y, al girarse para volver a la butaca, sus ojos se posaron en la piedra de runas que su madre le había dado… Y que él había entregado a Tauriel. Su mirada pasó alternativamente de la piedra a su hermano varias veces, recordando las palabras que le dijo a Thorin en sus habitaciones…
“Murió en mis brazos y mi corazón murió con ella”
- ¿Era eso?- Murmuró sintiendo como su propio corazón se encogía de terror.- ¿Te marchaste para morir y reunirte con ella? “Murió en mis brazos y mi corazón murió con ella”
- ¿Y qué hay de madre?- Sintiendo como el terror daba paso a la rabia.- ¿Qué hay de nosotros, hermano?
No podía creer que su hermano hubiera sido tan estúpido y egoísta como para buscar la muerte para reunirse con su elfa. Buscar la muerte a manos de los orcos nada menos. Apretó los puños y se alejó de la cama acercándose a la chimenea cogiendo una jarra de cerveza por el camino, se dejó caer pesadamente en la butaca frente al fuego. Se sentía tan furioso en esos momentos que no era capaz ni de mirar a su hermano. ¿Cómo había podido ser tan egoísta? ¿Realmente habían hecho todo aquello para salvar a alguien que estaba buscando la muerte? Dio un largo trago a la cerveza con la vista fija en las llamas. Necesitaba calmarse… Su mente viajó al pasado.
# En la ladera de la montaña, Fili permanecía de pie al lado de Kili. Su mirada pasaba atenta de su hermano al lugar por donde se habían marchado los demás, y a otras zonas por donde pudieran aparecer los orcos. Si lo que Nori había dicho era cierto, los que habían ido a luchar no podrían contenerlos a todos. Balin parecía estar pensando lo mismo, porque se mantenía vigilante como él, buscando posibles puntos de ataque con su maza (1) preparada. Incluso Bilbo, que seguía lavando las heridas de Kili, había desenvainado a Dardo y miraba a su alrededor de vez en cuando. El único que seguía totalmente concentrado en el herido y que no levantaba la vista, era Oin, que seguía cosiendo sin parar.
No tardaron en llegar a sus oídos gritos de pelea y gruñidos de huargos, pero nada les indicaba quien podría tener ventaja en la misma. Fili dio un paso hacia el sonido, pero se detuvo intercambiando una mirada preocupada con Balin. Su deber estaba allí, donde Thorin le había ordenado quedarse, protegiendo a su hermano. En la retaguardia.
De pronto un brillo capto la atención de todos, que se tensaron más. El brillo de Dardo. Los orcos habían llegado. Aparecieron más abajo de donde estaban, al menos media docena, montados en huargos que, cuando los vieron, sonrieron de forma sádica con sus espadas en la mano mientras avanzaban despacio hacia sus futuras presas. Balin y Fili se lanzaron a la carrera para enfrentarse a sus enemigos, gritando, ante la mirada aterrada del hobbit que no sabía qué hacer, si ayudar, poco, a los enanos o seguir con Oin.
- Ve con ellos. Puedo acabar solo.- Ordenó el viejo enano sin mirar a Bilbo.
Por un segundo dudó, pero vio que Balin y Fili iban a ser superados rápidamente, así que, aferró a Dardo y, gritando, corrió a enfrentarse contra un orco montado en una de aquellas bestias más altas que él, manteniéndolo a raya a duras penas, pero el hobbit luchaba con todas sus fuerzas, como había hecho meses atrás, protegiendo a Thorin. Mientras Balin, Fili y Bilbo luchaban, Oin terminó de coser las heridas de Kili que, aún permanecía inconsciente. Se quitó la capa y la rasgó en gruesas tiras de tela, con las que empezó a atar al joven enano a la tabla, inmovilizándolo totalmente. En cuanto estuvo seguro de que su paciente no se movería, ni aunque despertara, volvió a taparle con la capa de Thorin, cogió su bastón de lucha y corrió al lado de los suyos a luchar.
Ya solo quedaban cuatro enemigos pues Fili y Balin habían acabado con un par de aquellas bestias, huargo y orco, cada uno, pero a pesar de haber nivelado las cosas a uno contra uno, estaban perdiendo terreno y Bilbo se estaba viendo en serios problemas, pues había resbalado en el barro y no era capaz de levantarse y enfrentarse al huargo al mismo tiempo. Fili acudió rápidamente en ayuda del hobbit, repartiendo mandobles con sus espadas a diestro y siniestro, manteniendo a raya, no solo al huargo al que se enfrentaba, si no también al que estaba empeñado en atrapar al mediano entre sus mandíbulas. Oin mantenía alejado al otro huargo de Kili, a base de fuertes golpes con su bastón en el hocico, evitando también que el orco que lo montaba intentara apuñalarlo. Balin consiguió con su maza cortar el cuello del huargo, que cayó muerto al momento y, con el siguiente golpe acabo con su asquerosa montura. Se giró de inmediato para acudir en ayuda de Oin. Pero no llegó a su destino.
- THORIINN!!
El desgarrador grito de Dwalin hizo que la lucha se detuviera y todos, amigos y enemigos, se volvieran en la misma dirección. Sabían que significaba aquel grito cargado de terror y dolor. Thorin Escudo de Roble, había caído en combate.
Bilbo cerró los ojos murmurando una oración al dios o dioses que quisieran escucharle. Y los abrió de golpe al escuchar el grito de rabia que salió de la garganta de Fili cuando atacó a los huargos con una furia desmesurada. Se levantó y atacó, gritando también con rabia y furia, dejando que las lágrimas nublaran en parte su visión. Pero si escuchó claramente el mismo grito de rabia en varios lugares, los más cercanos, los de Oin y Balin reanudando también su lucha, los más alejados eran una mezcla de gritos y gruñidos. Un grito completamente distinto se sumó a los que ya resonaban en la montaña. Esta vez fueron los orcos los que sintieron el terror crecer en sus negros corazones, pues las grandes águilas habían regresado, en mayor número, para ayudar a los enanos…
Fili se despertó dando un respingo, incorporándose de golpe y, mirando a su alrededor, se dio cuenta de que estaba en la cama de la habitación contigua a la de su hermano. Solo había una persona en el mundo capaz de moverlo sin despertarle desde que era un crio. Se pasó la mano por la cara quitándose los últimos restos de sueño y fue a la otra habitación, esperando encontrarlo allí. Pero no fue así. Kili estaba solo, aun durmiendo boca arriba. Sobre la mesa, alguien había dejado una bandeja con el desayuno. Un plato con unos pasteles, una jarra de café y un par de tazas, una de ellas usada. Se dirigió al salón principal, pero estaba igualmente vacío. Abrió la puerta mirando a ambos lados del pasillo.
- ¿Necesitáis algo señor?- Pregunto uno de los guardias apostados en la puerta.
El joven enano negó y cerró la puerta y regreso a la habitación poniéndose una taza de café, se fijó que la otra aún estaba caliente, así que no hacía mucho que los habían dejado solos, pero ¿Por qué no le había despertado? Mientras bebía un poco de café, su atención se centró en los troncos que ardían. Pensando en lo que había descubierto la noche anterior. Aun conociendo la naturaleza impulsiva y temeraria de su hermano. Le costaba creer que Kili se hubiera marchado buscando una muerte segura por haber perdido a su amada. Si es que era su amada… al menos lo había dudado hasta que supo de la petición que Kili había hecho al rey Thranduil. No podía ser que, después de todo lo que habían arriesgado y sacrificado, Kili hiciera aquello. A pesar de estar frente al fuego, Fili sintió como un escalofrío recorría su cuerpo, no sentía ningún calor. Se acercó de nuevo a la cama, observando el cuerpo roto de su hermano.
Si, había visto como se comportaban tanto en las celdas, como en Esgaroth y en el lago, pero siempre había pensado que se trataba de una mezcla de encaprichamiento, curiosidad y admiración porque la elfa había salvado, varias veces, la vida de Kili. Maldición, él también había admirado a Tauriel por salvar a su hermano, pero de ahí a enamorarse… eso eran palabras mayores, y más para un enano. Le daba igual que Kili hubiera cometido semejante locura y más por una elfa, su hermano tenía que saber de sobra que, si ella hubiera sobrevivido, su tío jamás habría aprobado semejante relación y menos aún, siendo príncipe de Erebor. Lo importante ahora era que Kili se recuperara de sus heridas, que volviera a ser el mismo de antes de conocer a Tauriel… Y sobre todo, asegurarse de que no repitiera otra estupidez parecida. De todo ello, se iba a encargar el, porque como el mayor, siempre había sido muy consciente de que, su principal obligación era proteger a su hermano pequeño. Incluso de él mismo si fuera necesario…
Los días iban pasando y Kili iba mejorando, gracias a la naturaleza resistente que Mahal le había dado a su raza, más rápidamente que un humano. La hinchazón de la cara había desaparecido por completo y de los moratones, solo quedaban algunas manchas amarillentas, la nariz, el pómulo y las costillas habían soldado bien, las uñas perdidas estaban volviendo a crecer y de todos los rasguños y cortes apenas quedaban marcas o pequeñas cicatrices rosadas de los cortes más profundos. La herida del hombro estaba cerrándose limpiamente ya desaparecida la infección y hacía tiempo que no tenía fiebre alta. Le habían quitado todos los puntos de la espalda y ninguna herida se había abierto o infectado. Por seguridad, le seguían manteniendo puesto el arnés. Pero Kili seguía sin despertar y con pesadillas. Y Fili seguía sin separarse de su hermano.
El resto de miembros de la compañía y Dain los visitaban con frecuencia, por unos minutos o unas horas, siempre que podían, pues todos estaban volcados en la reconstrucción de Erebor. Tal y como se lo había contado Bilbo a Fili, querían y esperaban que la ciudad cobrara su antiguo esplendor para cuando llegara la primera caravana de Ered Luin, en primavera, aparte que también esperaban a los enviados y señores de las Siete Familias para la coronación, y al hobbit no le cabía duda de que, al ritmo que iban, lo conseguirían.
Cada vez que Bilbo los visitaba, le hablaba entusiasmado de todos los avances que hacían los enanos, e intentaba convencer a Fili para que saliera y los comprobara por sí mismo, pero el joven enano siempre se negaba de forma amable, aunque rotunda. No quería dejar solo a Kili, al menos hasta que despertara, y eso era imposible saber cuándo pasaría, pues parecía que Kili no quisiera salir del mundo de sueños y pesadillas en el que estaba sumergido. Aparte de que Fili tenía otro motivo para no dejar solo a su hermano. Cuanto mas tardaba Kili en despertar, mas crecían en Fili las sospechas de que su hermano se había marchado en busca de una muerte segura, sospechas que no había compartido con nadie y que no quería compartir ni siquiera con Oin o Balin. No antes de hablar con su hermano al menos. Mientras, el dormir en la butaca se había convertido para él, en una costumbre, y era más cómoda que el frio suelo en el que había tenido que dormir muchas noches…
- ¡Dragón!- El grito de su hermano le despertó haciendo que saltara de la butaca a la cama.- ¡Asesino!
- Kili! Shh… Tranquilo, estas a salvo.- Le sujeto de los hombros hablando de forma tranquilizadora. - ¡Asesino!!- Grito de nuevo intentando golpear a un enemigo visible solo para él.
Fili le sujeto por las muñecas obligándolo a bajar los brazos, evitando que se moviera más.
- Kili. Basta! Estas en casa, nadad. En casa!
En ese momento, el joven abrió los ojos, parpadeando confuso un momento hasta que centró la vista en su hermano.
- ¿Fee..? ¿Fili?
El otro asintió, sonriendo un poco. Soltó despacio a su hermano y cogió una copa de la mesilla acercándosela a los labios. Pero Kili alejo la cabeza mirando la copa con horror cerrando la boca con fuerza.
- Es agua Kili, nada más.
Kili se alejó más de la copa, hasta que su hermano le enseñó el contenido después de beber él mismo un poco, solo entonces aceptó, aun desconfiado. Cuando el líquido refrescó su boca, bebió con avidez hasta que se atragantó y empezó a toser, apartando la copa con la mano. Miro de nuevo confuso a su hermano mayor.
- Descubrí tu nota al poco de que te fueras.- Explicó adivinando la pregunta no formulada.- Estábamos en el valle, buscándote, cuando escuchamos tu pelea con los orcos… Pero llegamos tarde, por minutos nada más… Seguimos vuestro rastro y te rescatamos hace unas dos semanas…
Kili esperaba que su hermano le diera más detalles, pero cuando se dio cuenta de que no iba a ser así, suspiro pesadamente cerrando los ojos. Por unos minutos, había estado en manos de los orcos todo aquel tiempo por unos minutos…
- He sido un idiota ¿verdad?
- OH! De eso puedes estar seguro, chico.
Los dos hermanos miraron sorprendidos al origen de la voz, ignorantes de que había alguien más con ellos. A los pies de la gran cama estaban tres enanos, por sus posturas, ninguno estaba contento. Balin, con las manos apoyadas en la cadera, Dwalin y Thorin con los brazos cruzados sobre el pecho. Los tres con rostros muy serios y miradas más serias y preocupadas. Pero en los ojos de Thorin, Kili vio algo más. Vio decepción. Y eso dolía mucho más que todas las heridas y golpes recibidos.
- Tío… Lo siento. Lo siento mucho.- Se disculpó de forma sincera con lágrimas en los ojos.
El rey enano no dijo nada, dejo caer los brazos y le dio la espalda, dirigiéndose a la puerta.
- ¡Thorin!- Llamo con una fuerza que no sabía que tenía. Su tío se detuvo y miro por encima del hombro, sin girarse.- Azog está vivo.
Thorin guardo silencio, cerrando los puños en señal de que le había escuchado.
- Descansa. Aun tienes fiebre.
Fue lo único que dijo antes de continuar su camino cerrando la puerta tras él, sin mirar atrás ni una sola vez, mientras su sobrino insistía en que Azog seguía vivo. Kili miro a los demás, desesperado porque le creyeran, pero podía leer en sus rostros claramente, que no era así.
- ¡Le vi!- Exclamo en voz baja.
- El cadáver de Azog fue el primero que arrojamos a las llamas muchacho.- Explicó Balin negando.- Es imposible que le vieras vivo. En tu estado sería muy fácil equivocarse. Descansa. Ya os contaras que paso y que viste cuando estés mejor.- Los enanos se marcharon dejando a los dos hermanos solos
- Fili…- Agarro el brazo de su hermano con fuerza.- No lo imaginé.
- Kili, el orco que viste, no era Azog... Era otro orco.
Suspiro hundiendo la cabeza en la almohada, cerrando los ojos.
- Montaba su huargo blanco. Dijo… que… mató… a padre…- Murmuró antes de volver a quedarse profundamente dormido.
Fili se quedó mirando como las facciones de Kili se relajaban con el sueño y luego hacia la puerta cerrada. Negó frunciendo el ceño. Sabía que su tío estaba furioso con su hermano, pero jamás pensó que haría lo que acababa de ver.
En el salón, Balin y Dwalin encontraron a Thorin apoyado en la gran chimenea con la cabeza hundida. Se acercaron a su lado y Balin poso una mano en su hombro, infundiéndole ánimos.
- ¿Cómo he podido fallar de esta manera?- Su voz reflejaba el dolor que sentía. Levanto la cabeza mirándoles.- ¿Qué hice mal?
- No hiciste nada mal, Thorin. Ninguno pudo imaginar que haría lo que hizo. Ni que cogería ese camino… Mucho menos lo que paso después.
- Balin tiene razón. Esto no ha sido culpa de nadie. Ni del chico. ¿Y que era esa tontería de…
Los tres guardaron silencio cuando escucharon la puerta abrirse.
- Ha vuelto a dormirse.- Fili se acercó a ellos.- Tío Thorin, sé que estas enfadado con Kili, pero eso no es motivo para que…
- Ahora no, Fili. Tengo mucho que hacer.- Cortó a su sobrino y miro a Dwalin.- Mantenme informado de todo. Vamos Balin, nos esperan.
Sin más, salió de allí dejando a los dos enanos en el salón. Fili apretó los puños frunciendo el ceño y se dirigió a la puerta dispuesto a encararse a su tío de una vez por todas, pero el sonido de una risa hizo que se detuviera y mirara a Dwalin enfadado.
- ¿Qué te hace tanta gracia?
- Lo mucho que te pareces a Thorin.- Replicó con una sonrisa que, molestó más al joven.
- Si me pareciera tanto a él, me preocuparía más por esta maldita montaña que por Kili.
- ¿Eso crees de verdad?- Preguntó con ironía levantando las cejas antes de acercarse a la mesa.- Vamos, ven a comer algo. Thorin hizo traer un montón de comida.
En ese momento, Fili tuvo la certeza de que Dwalin le ocultaba algo, así que, aunque lo que quería realmente era regresar con su hermano, decidió que lo mejor era sentarse con el guerrero. Además, por primera vez en días, estaba hambriento.
- Dwalin.- El otro le miro mientras se servían carne y patatas.- No me has contado que pasó. En la montaña. Cuando os fuisteis a enfrentaros a los orcos.
- Sabes bien lo que pasó. Peleamos contra esas bestias. Matamos algunas. Llegaron las águilas, y se acabó. No hay más que contar.
El rostro del guerrero quedó oculto por la jarra cuando bebió un largo trago de cerveza mientras Fili le miraba fijamente, dejando bien claro que sabía que ocultaba algo, pero Dwalin se limitó a ponerse a comer como si nada pasara.
- No entiendo por qué tu hermano insiste en que Azog está vivo. Tenía que saber que Thorin lo mató.
Tras un momento, Fili decidió seguir el cambio de tema, pero teniendo muy claro que llegaría al fondo de todo.
- Si, lo sabía, y yo tampoco lo entiendo… Lo último que dijo, antes de dormirse, fue que mató a padre, pero Thorin siempre dijo que…
Dwalin, sin mediar palabra se marchó dejando a un boquiabierto y desconcertado Fili. Caminó rápidamente por los pasillos y galerías de la ciudad, sabiendo donde estaba Thorin en aquellos momentos… Sus pies conocían el camino de sobra…
# Dwalin retrocedió al darse cuenta de que Thorin no estaba a su lado, deteniéndose cuando escuchó la despedida de su rey a sus sobrinos.
- Thorin.- Le agarró por el brazo cuando llegó a su altura.- ¿Qué vas a hacer?- Le miró a modo de advertencia.
- Acabar con esto de una vez por todas.- Respondió en voz baja, manteniéndole la mirada antes de soltar su agarre y seguir su camino.
Por tercera vez en su vida, Dwalin sintió terror. Terror por lo que Thorin estaba dispuesto a hacer. Las dos anteriores veces que había sentido aquel terror congelar su corazón, había estado a punto de perder a su amigo y rey. En el Claro de los Lobos y la Colina del Cuervo.
- Mahal. No permitas que cometa una locura.- Murmuro para sí, mientras seguía los pasos de Thorin.
- Acabemos primero con los que hacen guardia en las entradas. Eso atraerá la atención de las demás bestias sobre nosotros, dará más tiempo a Oin, y estaremos en ventaja al encontrarnos en una posición más elevada…
Rápidamente trazaron un plan y se separaron, los enanos por un lado y el mago por el otro. Los orcos que estaban en las entradas de las cavernas podían escuchar los aullidos y gruñidos de los suyos regresando, preguntándose qué había pasado, pues no hacía mucho que habían visto irse a las águilas. Una figura, un humano, vestido con una larga túnica gris, salió de entre un grupo de árboles y se acercaba a ellos con paso decidido. Sin duda el humano debía estar loco para acercarse de forma tan confiada a unos orcos, armado tan solo con un bastón. Sonriendo sádicamente, sacaron sus espadas y se alejaron de la boca de la cueva decididos a acabar con el humano, cuando, de detrás de una roca aparecieron los enanos gritando y atacando. Antes de que los orcos pudieran darse cuenta de que estaba pasando realmente, estaban muertos. Pero a los enanos no les dio tiempo de nada, porque de inmediato, la manada de orcos comenzó a subir por la ladera.
Gandalf desenvainó a Glamdrim y retrocedió colocándose a la altura de los enanos, que se había situado en abanico en la plataforma de la entrada más grande de las cuevas. Thorin maldijo interiormente, lamentando por un lado, no haber traído a más enanos en la partida de búsqueda y, por otro, alegrándose de no arriesgar las vidas de más de suyos.
- ¡Atención todos! Evitar a toda costa que consigan entrar en las cuevas.- Exclamó lo suficientemente alto como para que los orcos lo escucharan.
Todos los ojos se posaron en el rey enano, que permanecía completamente concentrado en lo que tenían delante. Sus hombres, con cara de extrañeza, preguntándose el por qué de esa orden, pues de haber más alimañas en el interior, no tardarían en aparecer. Los orcos sonrieron más, esto era lo que su amo había estado esperando, y por lo visto aún no habían conseguido encontrar al enano que tenían prisionero. Ahora tendrían más enanos a los que torturar y matar. Azuzaron a los huargos, que se lanzaron a la carrera dispuestos a acabar con la escoria enana, que mantenían sus posiciones y preparados para el ataque.
Por la sonrisa de sus enemigos, Thorin comprendió que se habían tragado el engaño y el también sonrió. Interiormente dio las gracias al hobbit, de él había aprendido la importancia de ganar tiempo en ciertos momentos. Y bien sabia Mahal que Oin necesitaba todo el tiempo que le pudieran conseguir con Kili… Por Durin! Aun no podía comprender como su sobrino seguía vivo después de ver todo lo que le habían hecho… Sintió como la sangre le hervía por la furia, al recordar el cuerpo destrozado del muchacho y, en cuanto el primer huargo puso las patas en la plataforma, se lanzó a por él, al ataque, acabando con la bestia de un solo tajo en el cuello.
Pronto, la plataforma, que no era otra cosa que un corte horizontal en la ladera de la montaña, de no más de tres metros de anchura, se había convertido en un pequeño campo de batalla, donde los enanos y el mago luchaban, no solo, para conservar su vida, si no también para evitar que los orcos entraran en las cuevas. En poco tiempo, el suelo se había vuelto resbaladizo por la sangre y el agua de la lluvia, pero los enanos seguían manteniendo la posición ventajosa y habían acabado con prácticamente la mitad de sus enemigos. Los que quedaban, se habían vuelto más cautelosos a la hora de atacar de frente e intentaban rodearlos. Media docena de los que estaban más abajo, se dirigieron hacia donde estaba el otro grupo con Kili. Thorin y Dwalin intercambiaron una mira de preocupación que duró un segundo. Un gruñido, rugido más bien, se hizo oír por encima de los demás, y las bestias se detuvieron, mirando hacia atrás, retrocediendo un par de pasos y agachando un poco la cabeza. El grupo miró hacia el origen del sonido y todos dejaron escapar respingos y exclamaciones de sorpresa.
- No puede ser!- Murmuro Thorin.- Acabé con el!
Todos estaban viendo con sus ojos a un fantasma. Azog.
- Thorin! Su armadura…
El rey enano asintió indicando al guerrero que también lo había visto. La armadura, roja como la sangre, de escamas de dragón. También había visto más cosas… Aquel orco no era Azog. No solo porque él mismo le había dado muerte en la Batalla, había detalles… como que este maldito tenía ambos brazos. Y más detalles… Detalles que él distinguía claramente. Este orco no era tan corpulento como Azog, y sus ojos no eran los mismos. Lo sabía bien, pues no había apartado la mirada de los ojos de su enemigo mientras acababa con él. Y aun en la distancia, podía distinguir que, aunque aquellos ojos eran igual de crueles, no eran los de Azog. Todo esto pasó por la mente de Thorin en tan solo unos segundos, segundos en los que el mundo se había detenido.
Los orcos, montados en sus huargos atacaron con renovada furia, y los enanos respondieron con la misma furia, acabando con todos los que se ponían al alcance de sus hachas o espadas. Dwalin no apartaba la vista de Thorin, si no se veía obligado a ello, pues había visto en el rostro de su primo una expresión que le decía que aquello no iba a acabar nada bien. Varios orcos se lanzaron a la vez contra el guerrero, que le obligaron a concentrarse al máximo para acabar con ellos. Cuando todos terminaron muertos a sus pies, volvió la vista a donde estaba Thorin, pero había desaparecido. Con horror vio a Thorin saltar de la plataforma para lanzarse contra su líder, que seguía manteniéndose apartado montado en el huargo blanco, Orcrist en alto y el escudo protegiendo el pecho. “No. Otra vez no” Pensó Dwalin viéndolo todo como a cámara lenta.
El orco saco su arma, una espada que tenía una forma extrañamente curva, y entonces, Dwalin se dio cuenta de lo que era. Se preguntó cómo demonios los orcos habían conseguido afilar de esa manera una garra del dragón. El guerrero quiso gritar una advertencia, pero ya era tarde. El huargo blanco corría hacia el rey enano dispuesto a derribarlo como había hecho meses atrás, y Thorin no detenía su carrera, directo contra ellos. En el último segundo, el enano se hizo a un lado y, al tiempo que esquivaba al huargo, golpeaba al orco con su espada.
Los dos enemigos gritaron de rabia y dolor, pues de alguna manera, ambos consiguieron hacer blanco. Thorin había colado a Orcrist entre dos escamas de la armadura, o tal vez, la espada forjada en Gondolin, era capaz de atravesar las pequeñas escamas del dragón. Lo que importaba era que el pelaje blanco del huargo, empezó a teñirse de negro con la sangre del orco. Pero aquello le había salido caro al rey enano. En su costado, prácticamente en el mismo lugar en que Azog le había herido, tenía incrustada la espada de garra de dragón y que el orco había soltado para llevar la mano a su propia herida. El rey enano cogió aire y cayo de rodillas soltando a Orcrist.
- THORIIIINN!!
Aquel grito cargado de miedo y dolor pareció volver a poner el mundo en marcha. Los orcos, al ver caído a Thorin avanzo hacia él, dispuestos a rematarlo. Dwalin corrió al lado de su rey, interponiéndose entre los orcos y él. Un rápido vistazo le confirmó que Thorin aun respiraba e intentaba sacarse el arma. El guerrero derribó al primer huargo que se acercó, golpeando sin piedad con sus hachas, Ukhalt y Umraz. (2) El resto de enanos no tardaron en acercarse, rodeando a Thorin para protegerlo mientras el mago le ayudaba a levantarse después de taponar su herida. El huargo blanco, viendo libre su camino hacia las cuevas, y sabiendo que su amo estaba herido, corrió hacia ellas, desapareciendo en su interior, mientras Thorin agarraba de nuevo a Orcrist y volvía a la lucha, estaba dispuesto a acabar con ese pálido orco, que parecía una copia de su viejo enemigo, igual que había acabado con Azog. Antes de poder dar otro paso, huargos y orcos se interpusieron en su camino. Thorin miro a su alrededor y se dio cuenta de que, lanzándose a por aquel jefe orco, solo había conseguido que todos fueran rodeados por la manada. En su obsesión por acabar de una vez por todas con la amenaza a su familia y pueblo, los había metido a todos en una trampa. Que Mahal le perdonara por su estupidez. Todos se colocaron espalda contra espalda en círculo, y se lanzaron de nuevo a la lucha gritando.
Thorin sentía como las fuerzas le abandonaban poco a poco, en parte porque aún no se había recuperado del todo, en parte por la nueva herida. Podía ver como sus camaradas empezaban a mostrar también signos de cansancio, incluso el mago… Un grito hizo que todos elevaran la vista al cielo y Thorin se permitió una pequeña sonrisa por primera vez en días. Las grandes águilas no los habían abandonado después de todo. Gwaihir y sus compañeras se encargaron de aquellas bestias, como hicieron anteriormente en el Claro de los Lobos.
Las alarmas sonaron, tanto en Dale como en Erebor cuando aparecieron en el cielo las grandes águilas y Thranduil y Bardo se apresuraron a cabalgar hacia la montaña, llegando cuando las aves comenzaban a descender y dejar su carga cerca de la muralla de la ciudad. Exclamaciones de horror y maldiciones salieron de muchas bocas cuando vieron el estado en el que se encontraba el joven enano rescatado. Incluso el rey elfo estaba consternado. Thorin, ignorando el dolor lacerante de su costado y la sangre que empapaba su mal taponada herida, corrió al lado de sus sobrinos, donde Fili ya estaba intentando desatar a su hermano.
- ¡No le sueltes!- El grito de Oin hizo que todos le miraran confusos.- Creo que tiene la espalda rota.
- ¡Que venga Laidel!
El rey enano no fue el único sorprendido al escuchar la orden del rey elfo, cuya mirada fue de Thranduil a Oin, quien asintió. El viejo enano necesitaba toda la ayuda posible para Kili. Thorin volvió a mirar al elfo y movió la cabeza.
- Te lo agradezco. Vamos a llevar a Kili a una habitación, hare que alguien guie al médico cuando llegue…- Thorin se tambaleo un poco siendo rápidamente sujetado por Dwalin y Dain.
- También le diré que tú necesitas atención.
- Yo estoy bien.
Protesto Thorin soltándose de sus primos, pero la palidez de su piel decía lo contrario. Thranduil se acercó a él y hablo en voz baja.
- Olvida ahora tu orgullo enano. No hago esto como reclamación posterior a ninguna deuda, si no en previsión de una futura alianza entre vecinos. Por lo poco que he visto aquí, no habéis tenido una simple escaramuza con una manada de orcos para rescatar a tu sobrino.- Miro a los enanos que aún estaban manchados de sangre enemiga y se veían realmente agotados.- No. Esto ha sido más grave ¿me equivoco rey Thorin?
El enano levanto la vista hasta el elfo. La intensidad de su mirada negaba la debilidad física en la que se encontraba por sus heridas. Finalmente asintió.
- No, no te equivocas rey Thranduil. Está bien, que tu médico haga lo que crea oportuno. Venir mañana por la mañana Bardo y tú a Erebor, os pondremos al día de lo que descubrimos.
El elfo asintió y se hizo a un lado dejando que los enanos llevaran dentro a los heridos para que fueran atendidos.
Según la costumbre de su raza, Thorin debería haber ocupado todas las estancias de su abuelo Thror como actual rey de Erebor, pero se había negado a ello y cerrado con llave las estancias privadas del rey, guardando él mismo la llave. Solo había aceptado usar el despacho real que se encontraba cerca del salón del trono, y más por pragmatismo que por ninguna otra razón, dado que era el despacho donde el rey solía mantener reuniones privadas con miembros de otras razas. A este despacho se había dirigido Dwalin, tan perdido en sus pensamientos y recuerdos que casi se pasa de largo. Abrió la puerta sin llamar, yendo directo hasta la mesa donde el rey estaba leyendo unos papeles.
- ¿Es cierto?- Pregunto a un sorprendido Thorin.- ¿Kili tiene razón?
- ¿De qué hablas?
- Kili. Le ha contado a su hermano que ese maldito orco fue quien mató a Furin.- Se apoyó en la mesa mirando fijamente a su amigo.- Por favor, dime que no lo sabias. Que no lo reconociste cuando te lanzaste a por él.
Thorin dejo los papeles, que aún tenía en la mano, con toda la calma del mundo y miro a Dwalin a los ojos.
- Kili cree que Azog está vivo. Mi sobrino está herido y enfermo. No razona bien.
- No has respondido a mi pregunta.
- Si lo he hecho. Los orcos mienten Dwalin, y a saber de qué formas fue torturado Kili.
Volvió a coger los papeles dando por terminada la conversación, pero el guerrero no se dio por satisfecho e insistió.
- ¿Lo reconociste?
- ¡No!- Exclamo poniéndose en pie y golpeando la mesa con los puños.
Por un momento, ambos enanos mantuvieron los ojos fijos en los del contrario. Finalmente, Thorin suspiró pesadamente dejándose caer en la silla.
- Sinceramente Dwalin. Me estoy empezando a cansar de que cuestiones todas las decisiones que tomo.
- No te estoy cuestionando Thorin. Nunca lo he hecho. Te conozco y me preocupo, eso es todo.- Se dejó caer en otra silla frente a su amigo.
- No tienes que preocuparte por mí, soy mayorcito.
Dwalin negó riendo.
- Y también un orgulloso testarudo que ha estado a punto de morir más veces en el último año que en los últimos cien.
- Somos guerreros hermano, llevamos la muerte en la sangre.
- También eres nuestro rey Thorin. No puedes seguir arriesgándote cómo has hecho hasta ahora. Ya no.
- Precisamente porque soy rey, tengo que hacerlo.- Se levantó y sirvió un par de copas de vino dándole una a Dwalin.- No puedo sentarme en el trono y pedirle a mi pueblo que luche y muera por mí, si yo no voy al frente. Y Fili está más que preparado para asumir el trono.
- Fili es joven.
- Yo lo era más.- Sonrió de medio lado triste.- Pero el hecho de que Fili esté preparado, no significa que quiera que lo haga. El trono es un lugar muy solitario, y el de Erebor lo va a ser más que nunca ahora.
- Lo recuerdo, estaba a tu lado.- Dio un trago a su copa y le miró.- El chico está enfadado contigo. Cree que estas castigando a Kili por lo que hizo.
- Lo se…- Murmuró antes de beber un trago.
- Habla con él Thorin. Con los dos. Diles la verdad.
El enano negó cerrando los ojos y apoyándose en el respaldo de la silla.
- Lo sabrán a su debido tiempo. Aún tienen mucho que aprender. Ya no son unos simples enanos, príncipes guerreros de un pueblo en el exilio. Ahora son príncipes de Erebor. Todo ha cambiado Dwalin… Todo.
Si Dwalin estaba o no, de acuerdo con Thorin, no lo dejo entrever, simplemente se encogió de hombros.
- ¿Has escrito a Dis?- Preguntó de pronto cambiando de tema y haciendo que Thorin gruñera incorporándose de nuevo.
- ¿Para decirle qué? ¿Qué casi consigo que maten a sus hijos varias veces? ¿Qué apenas he conseguido mantener mi promesa?
En ese momento llamaron a la puerta y un enano anunció que Gandalf había dado aviso de un grupo de elfos, con el emblema del reino de Lothlórien, que se acercaba a la montaña. Ambos enanos se miraron extrañados mientras se levantaban y se dirigían a la puerta principal.
Desde la balconada principal, situada justo encima de la puerta que ya se encontraba completamente reconstruida, Thorin y Dwalin, junto con Gandalf, Bilbo, Balin y Dain, observaba la llegada de una comitiva élfica de al menos una veintena de carros escoltados por otros tantos jinetes. Thorin dio orden de que se enviara aviso a los reyes humano y elfo antes de acercarse al mago.
- ¿Mas elfos amigos tuyos Gandalf?- Murmuró sin dejar de mirar al frente.- Te agradecería que me informaras antes de invitar a tus amigos a mi reino.
- Yo no he invitado a nadie, rey Thorin. Desconozco el motivo de su llegada.
- Para ser tan buen mago, Gandalf, eres muy mal mentiroso.- Replicó con una sonrisa de medio lado.- Llevas toda la mañana aquí plantado y has avisado de su llegada.
- Una cosa es que supiera de su llegada y otra del por qué.
Thorin gruño admitiendo que el mago tenía razón en eso. Bilbo observaba la llegada de los elfos, mientras escuchaba atento a ambos intentando mantener una cara imparcial. De todos los duelos dialecticos que había visto mantener a Gandalf y Thorin, el enano siempre llevaba las de perder. De hecho, solo le había visto “ganar” en una ocasión, justo antes de que todos acabaran en los sacos de los trolls. Pero su atención se centró en los elfos cuando uno de los jinetes se separó, adelantándose a todos los demás y deteniéndose justo delante de la puerta. Desmontó manteniéndose impasible a las miradas oscas de los enanos que montaban guardia. Bilbo pudo observar bien al elfo mientras se acercaba, era alto, como todos los elfos y también lo que los enanos llamaban “altivez élfica” pero claro, cuando uno mide casi dos metros es normal que la tengas, pensaba el hobbit.
Thorin se tomó un momento más antes de bajar y salir a su encuentro, seguido por todos los demás. Se adelantó unos pasos sin dejar de mirar al elfo que parecía más interesado en unas obras cercanas, que en lo que tenía enfrente, al menos hasta que el rey enano hizo acto de presencia, al que miro con una ligera sonrisa e hizo una pequeña reverencia.
- Rey Thorin de Erebor. Soy Haldir de Lorien. Os traigo saludos de Lord Celeborm y Lady Galadriel de Lothlórien, así como de Lord Elrond de Rivendel.
Thorin miro a Gandalf intentando, sin mucho éxito, disimular una sonrisa, antes de acercarse un par de pasos al elfo.
- Haldir de Lorien.- Saludo a su vez con una ligera inclinación de cabeza.- Transmite mis saludos a los señores de Lothlórien y Rivendel. Pero… dudo mucho que tus señores elfos hayan hecho que vengáis hasta aquí, en puertas del invierno, solo para traer sus saludos a los enanos, aunque estos acaben de recuperar su reino. Así que dejémonos de trivialidades, y dime exactamente a que te han enviado los señores elfos.
Todos los presentes se removieron inquietos, salvo Dain, que sonreía abiertamente. Pero si Haldir se ofendió no lo demostró, al contrario, una pequeña sonrisa asomo a sus labios. Aunque en lugar de responder a Thorin, se giró y esperó en silencio a que llegaran dos jinetes que se acercaban a la montaña. Thranduil y Bardo.
- Rey Thranduil. Rey Bardo.- Saludo Haldir cuando los recién llegados desmontaron.- Me alegro que lleguéis tan a tiempo. Pues así me ahorro el tener que repetirme…
- Si Haldir, ya se imaginan que traes saludos de los señores de Lothlórien y Rivendel. Ahora, si os parece, continuemos dentro. Por si no os habéis dado cuenta, hace frío… y algunos aún tenemos mucho que hacer para reconstruir nuestros reinos destrozados.- Cortó Thorin cruzándose de brazos. Acto seguido miró, con sincero agradecimiento, a los dos reyes recién llegados.- Thranduil, Bardo, gracias por venir tan pronto. Vamos, entremos. Cuanto antes acabemos, antes podremos seguir con nuestros asuntos.
El rey enano se dio la vuelta adentrándose en la montaña sin esperar a nadie, no lo necesitaba, sabía de sobra que los demás le seguirían solo por no congelarse y, también para saber que se traía entre manos el elfo.
Una vez en el despacho y acomodados en las butacas frente a la chimenea. Thorin volvió su atención al emisario elfo.
- ¿Y bien Haldir? ¿Qué es lo que quieren realmente los señores de Lothlórien y Rivendel?
- En realidad, rey Thorin, rey Bardo. Traemos un presente para los reinos de Erebor y la ciudad de Dale.- Hizo una pausa, sabiendo que ahora tenía la atención de todos.- Traemos alimentos para vuestros pueblos, y semillas para repoblar el valle y que, para el próximo invierno, la desolación de Smaug, solo sea un mero recuerdo.
- ¿A cambio de qué?
Haldir levanto tranquilo la vista hacia Thorin, que aún permanecía en pie, con los brazos cruzados, en actitud nada amistosa, aunque no abiertamente hostil hacia el elfo.
- A cambio de nada, rey Thorin.
El enano mantuvo la mirada fija en el elfo y avanzó un paso hacia él, como si no hubiera nadie más en la sala, aunque era muy consciente de que algunos se removían inquietos.
- Seamos claros, Haldir de Lorien. Durante años, a los elfos les ha dado igual que le ocurría a mi raza y, cuando mi pueblo necesitó ayuda, los elfos permanecieron impasibles ante el sufrimiento de los míos. Así que… Permíteme que dude mucho que, ahora que hemos recuperado nuestro reino, un reino lleno de oro por cierto, los elfos vengan con presentes “a cambio de nada” Si no queréis dar por terminada esta reunión ahora mismo, dime que quieren los señores de Lorien y Rivendel a cambio de comida y semillas... Del hecho de que nos consideren simples campesinos hablaremos más tarde.
Según hablaba Thorin, los rostros de Haldir y Thranduil iban cambiando mientras se ponían en pie lentamente, claramente ofendidos por las palabras del enano. Pero antes de que ningún elfo pudiera decir nada, el mago intervino.
- Todos podemos entender tu desconfianza Thorin, hijo de Thrain, pero no te tomes este presente como una ofensa cuando no es así. Lady Galadriel conoce por mí las consecuencias de la Batalla, y sabe de la importancia estratégica tanto de Erebor como de Dale. Es importante, ahora más que nunca, que este valle no vuelva a caer en manos del enemigo.
- ¿Y por eso tenemos que aceptar agradecidos las migajas que nos den los elfos? En las colinas tengo más que suficiente para alimentar ambos reinos todo el invierno. No necesitamos, ni queremos la caridad élfica.
- No se trata de caridad, Señor Dain. Si no de interés mutuo. Os recuerdo que, no hace mucho, hombres, enanos y elfos tuvieron que luchar unidos, y aun así, estuvimos a punto de ser aniquilados por el enemigo ¡y todo por orgullo!- Gandalf cogió aire mientras miraba a todos los presentes.- Ya es hora de que nos olvidemos nuestras diferencias y empecemos a tratar de ser aliados. Aunque solo sea para evitar que el enemigo nos vuelva a sorprender.
- Pero vencimos. Y sin el anillo, el enemigo no puede hacer nada.
- Cuando nos atacó, no tenía el anillo en su poder, Bardo. Derrotamos a los orcos, si… Pero el enemigo no ha sido derrotado, ni mucho menos vencido.
Thorin, que había permanecido en silencio, pensativo, levantó una mano callando cualquier posible replica al mago por parte de nadie.
- Suficiente. He oído más que suficiente.- Miró a Gandalf, antes de acercarse a Haldir y quedar frente a él.- La época en la que nuestras razas podían considerarse amigas, pasó hace mucho tiempo. Siempre he pensado que los amigos, los verdaderos amigos y aliados, se muestran en los malos momentos... No me agrada la idea de que, los mismos que nos dieron la espalda e ignoraron en momentos de necesidad, ahora vengan con muestras de amistad y buena voluntad, justo cuando hemos recuperado nuestro reino y volvemos a ser considerados un pueblo fuerte…
Mientras hablaba, el rey enano, comenzó a caminar despacio, mirando de vez en cuando a alguno de los presentes, pero a nadie le pasó desapercibido el hecho de que, su mirada se detenía en ciertos momentos en su primo Dain.
- Sin embargo…- Continuó Thorin.- Tengo que reconocer que a Gandalf no le falta parte de razón. No hace mucho, hemos podido comprobar cuan fuerte ha llegado a ser nuestro enemigo común. Tanto Erebor como Dale y el valle, han sufrido demasiados daños a manos del dragón y los orcos… Creo que el rey Bardo, estará de acuerdo conmigo en que, ahora, cualquier ayuda será bienvenida. Pero, nunca he aceptado la caridad de nadie y no voy a empezar a hacerlo ahora. Los reinos elfos recibirán un pago adecuado y justo por su ayuda… Además de nuestro agradecimiento claro está.
- Estoy de acuerdo con el rey Thorin.- Bardo miró a los elfos.- Toda ayuda será bienvenida, pero si queremos crear una alianza firme y estable entre nuestros pueblos. Debe ser bajo una base de igualdad. No debiendo favores de ningún tipo.
Tanto Haldir como Thranduil se miraron un momento antes de mirar a los demás y llevándose la mano al pecho, inclinaron la cabeza sonriendo levemente.
- Estamos de acuerdo entonces.- El rey elfo se acercó a la puerta.- Si ya hemos acabado aquí. Estoy seguro de que a los recién llegados les gustara instalarse en mi campamento en la ciudad, cosa que el rey Thorin también agradecerá ¿cierto?
- Cierto rey Thranduil.- Contestó sonriendo de medio lado.- No creo que Erebor esté en condiciones de alojar a una comitiva elfa en este momento. Y estoy seguro de que preferirán descansar entre su gente que entre la mía.
Todos tomaron aquello como que la reunión había terminado y era momento de marcharse, comenzando a salir del despacho, algo más tranquilos, si eso era posible. Pero Haldir permaneció quieto donde estaba mirando al enano serio.
- Rey Thorin. Tengo una cosa más que deciros. A solas.
La tensión pareció espesar el aire en un segundo. Dwalin y Balin se acercaron a Thorin, pero el enano les miró tranquilo y les hizo salir con un movimiento de cabeza. Una vez a solas el enano volvió su atención al elfo.
- ¿Y bien?
Por primera vez, Thorin vio dudar a Haldir, como si no supiera que decir. Y eso inquietó le inquietó, los elfos siempre sabían que decir…
- A petición de Lord Elrond. Nos detuvimos en Dol Guldur…
Ante la mención de la Vieja Fortaleza, la cara de Thorin cambió por completo.
- ¿Dónde está?
- Llegando con la caravana… Debéis saber que tratamos su cuerpo con el respeto que se merece.
Si Haldir dijo algo más, Thorin no lo escuchó, pues ya se encontraba corriendo hacia la puerta, seguido por sus primos.
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(1) La extraña espada-hacha que Balin utiliza en las películas.
(2) Ukhlat y Umraz: Grasper y Keeper, los nombres de las hachas de Dwalin.
Nadad: Hermano.
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