Post by Sra. de Thranduil on Feb 22, 2015 7:32:16 GMT
Mis Libros a Película? Sería más fácil filmar "La Odisea".
Una rara entrevista con J.R.R.Tolkien de Marzo 22 1968. [Parte 1, que está larga]
"Arañas," observa el profesor JRR Tolkien, acunando la palabra con el mismo afecto que acuna la pipa en su mano, "son el terror en particular de las imaginaciones Norteñas." El profesor, ahora 76, es el autor de "El Hobbit" y la triología de cuentos de hadas "El Señor de los Anillos", el éxito de ventas de más lento-desarrollo en la historia moderna editorial. Él estaba en el tema de los dragones y la otras horrendas que son sus acciones-en-comercio académicas.
Hablando de otro de sus terrores, una mujer devoradora de hombres, con aspectos arácnidos, el dijo, "El monstro femenino no es más letal que el masculino, pero es differente. Es una criatura que atrapa, estrangula y chupa."
Para el profesor Tolkien, un filólogo retirado de Oxford y un hombre acostumbrado a lidiar con su material, todo, incluso en la fantasía, debe ser específico. En su mundo de cosas maravillosas, se mueve con la seguridad de un cazador blanco en un lugar de cazería. Sus enanos tienen árboles genealógicos detallados. Sus elfos lenguages cuidadosamente construidos. Sus magos se mueven de acuerdo a las reglas. Y sus hobbits, sus criaturas más famosas, son una raza para nada estrafalaria--amantes de la comida, dadores de regalos, orgullosos de sus hogares, barrigones--y tan creíbles como tu reportero local de noticias.
Cuando John Ronald Reuel Tolkien te guía a un apretado garaje que sirve de biblioteca, a la vez te guía a la mágia y leyenda de la Tierra Media, la cosmología tridimencional de "El Señor de los Anillos". Apretujada entre la casa del profesor y la siguiente, en un suburbio cualquiera de Oxford, no sería más que un espacio como cualquier otro lleno de archivos y sillas para el jardín, si no fuera por el hombre.
Tolkien, quien se decribe a sí mismo como "rechoncho", tiene ojos grises, firme piel bronceada, cabello plateado y su charla es directa y segura. Puedo haber sido, hace 50 años, el modelo de un acendado noble. Cualquier hobbit confiaría en este hombre, cualquier dragón temblaría ante él y cualquier elfo llamarlo amigo. Sin esfuerzo te obliga a admirarlo --y he ahí el encanto-- tanto como él claramente se admira así mismo.
Para la pequeña pero amarga pandilla anti-Anillo --algunos quienes profesan ver significados siniestros en sus textos-- su entusiasmo sería sin duda algo molesto. Pero para sus devotos, todo se suma para el perfecto héroe de culto.
Cultistas de Tolkien, principalmente académicos e intelectuales, no lo son enteramente. Amas de casa le escriben desde Winnipeg, cientistas de Woopera, cantantes de pop de la Vegas. Hombres creadores de anuncios lo discuten en los pubs [bares] de Londres. Alemánes, Españoles, Portugueses, Polandeses, Israelitas, Japoneses, Suecos, Daneses y de los Paises Bajos lo leen en sus idiomas.
Él es también un opiáceo literaria para los hippies, que llevan sus obras en sus morrrales más viajados, desde San Francisco a Estambul y Nepal.
Hablando de otro de sus terrores, una mujer devoradora de hombres, con aspectos arácnidos, el dijo, "El monstro femenino no es más letal que el masculino, pero es differente. Es una criatura que atrapa, estrangula y chupa."
Para el profesor Tolkien, un filólogo retirado de Oxford y un hombre acostumbrado a lidiar con su material, todo, incluso en la fantasía, debe ser específico. En su mundo de cosas maravillosas, se mueve con la seguridad de un cazador blanco en un lugar de cazería. Sus enanos tienen árboles genealógicos detallados. Sus elfos lenguages cuidadosamente construidos. Sus magos se mueven de acuerdo a las reglas. Y sus hobbits, sus criaturas más famosas, son una raza para nada estrafalaria--amantes de la comida, dadores de regalos, orgullosos de sus hogares, barrigones--y tan creíbles como tu reportero local de noticias.
Cuando John Ronald Reuel Tolkien te guía a un apretado garaje que sirve de biblioteca, a la vez te guía a la mágia y leyenda de la Tierra Media, la cosmología tridimencional de "El Señor de los Anillos". Apretujada entre la casa del profesor y la siguiente, en un suburbio cualquiera de Oxford, no sería más que un espacio como cualquier otro lleno de archivos y sillas para el jardín, si no fuera por el hombre.
Tolkien, quien se decribe a sí mismo como "rechoncho", tiene ojos grises, firme piel bronceada, cabello plateado y su charla es directa y segura. Puedo haber sido, hace 50 años, el modelo de un acendado noble. Cualquier hobbit confiaría en este hombre, cualquier dragón temblaría ante él y cualquier elfo llamarlo amigo. Sin esfuerzo te obliga a admirarlo --y he ahí el encanto-- tanto como él claramente se admira así mismo.
Para la pequeña pero amarga pandilla anti-Anillo --algunos quienes profesan ver significados siniestros en sus textos-- su entusiasmo sería sin duda algo molesto. Pero para sus devotos, todo se suma para el perfecto héroe de culto.
Cultistas de Tolkien, principalmente académicos e intelectuales, no lo son enteramente. Amas de casa le escriben desde Winnipeg, cientistas de Woopera, cantantes de pop de la Vegas. Hombres creadores de anuncios lo discuten en los pubs [bares] de Londres. Alemánes, Españoles, Portugueses, Polandeses, Israelitas, Japoneses, Suecos, Daneses y de los Paises Bajos lo leen en sus idiomas.
Él es también un opiáceo literaria para los hippies, que llevan sus obras en sus morrrales más viajados, desde San Francisco a Estambul y Nepal.